Al terminar la guerra les era muy difícil hacer los barquillos, por falta de condimentos de azúcar y harina fundamental por ser parte de lo que ellos llevan.
Después de pasados unos años se volvió a vender y salir a la calle vestidos con el traje típico madrileño, su buen hacer se han ganado el cariño del público y sobretodo de los madrileños.
Mi padre se casó con Mercedes y tuvieron diez hijos, yo soy el séptimo, y desde los catorce años mi padre me enseñó todo el secreto de la artesanía del cubanito, parisien, oblea (galleta), corto y cono.
En la actualidad, salgo a vender a sitios típicos y castizos como: El Rastro, el Retiro, La Catedral de la Almudena, El Palacio de Oriente, y en las fiestas típicas de Madrid ( San Isidro, la Paloma, San Cayetano ...)
Mi padre ya fallecido, me dejó una gran herencia, un oficio típico, el orgullo de ser de Madrid, y esto se le legare a mis hijos Julián y José Luis, que en la actualidad ya empiezan a ayudarme a mantener la tradición familiar y cultural.
Somos la única familia dedicada a la tradición del barquillo.
¡Al rico barquillo de canela para el nene y la nena, son coco y valen poco, son de menta y alimentan, de vainilla ¡que maravilla!, y de limón que ricos, que ricos , que ricos que son!